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Haztúa Psicología Positiva, cadena de centros de atención psicológica y formación, sigue concienciando desde sus aulas en temas que preocupan a la sociedad y a las familias que acuden a ellos.
Los casos de acoso escolar se multiplican cada año y no podemos minimizar el problema ni reducirlo a algo que deba tratarse sólo en las escuelas e institutos.
El acoso es un comportamiento que dura en el tiempo, sistemático y repetitivo, en el que hay un agresor y una víctima. En la persona que arremete, hay intención de aislar, amedrentar, humillar y/o someter emocionalmente a su víctima.
“No hacen falta razones para acosar a otra persona. Puede ser por pura diversión al ver el malestar del otro. Pero puede ser porque se le ve diferente, o una amenaza… Lo que siempre hay es una diferencia de poder entre quien agrede y su víctima. Aunque esa diferencia no sea real, la víctima lo vive así”, explica Rosana Pereira, psicóloga y fundadora de Haztúa Psicología Positiva.
La percepción de tener menos poder lleva a la víctima a sufrir bullying sin atreverse a decirlo a nadie por miedo a las consecuencias de una venganza por parte del agresor.
La situación de aislamiento a la que casi siempre es sometida la víctima le impide pedir ayuda, lo que hace que cueste detectar el acoso escolar. Y cuando se atreven a contarlo a un adulto, es posible que la respuesta que reciban sea culparles de su poca iniciativa o de su propio miedo.
El acoso puede manifestarse de diferentes maneras:
- Agresión física (empujones, patadas…)
- Agresión verbal (insultos, burlas, motes…)
- Agresiones psicológicas (ridiculización, amenazas, acoso por RRSS…)
- Aislamiento (amenazar a otros si le hablan, expandir bulos…)
¿Cuáles son las consecuencias del acoso?
Una víctima puede sufrir alguno o todos los tipos de agresiones. Dependiendo del tiempo que dure el acoso, la intensidad y la personalidad de la víctima llegamos a encontrar problemas de insomnio, mal comportamiento con padres y / o hermanos, respuestas de ira, negación a acudir al colegio, quejas de enfermedades para evitar acudir a clase, disminución del rendimiento, pérdida del apetito, vuelta a conductas más infantiles…
“Hay personas que sufrieron acoso en a la infancia y llegan a la edad adulta con importantes secuelas de la experiencia vivida en la etapa escolar. Podemos encontrar adultos con sintomatología de estrés postraumático, depresión, ansiedad… secuelas del maltrato psicológico”, confirma Rosana.
¿Qué hacer ante la sospecha de que nuestro/a hijo/a está siendo víctima de acoso?
En primer lugar, evitar culpabilizarle de lo que le ocurre. Si ha tenido el valor para contarlo, debemos reforzarlo. Hay que explicarle que ha hecho lo correcto y que nadie tiene que soportar ese comportamiento de otras personas.
A partir de los 10 u 11 años ya no suelen contar lo que les ocurre y tienden a sufrir más por sentirse más culpables e impotentes ante el acoso; lo que supone que cueste más detectar el acoso escolar.
“Nuestra respuesta tiene que transmitirle seguridad y confianza. Nosotros, y no el o la menor, hemos de contar en el colegio lo que está pasando. No podemos pretender que quien se siente víctima sea capaz de “chivarse” a un profesor y que no tema a las consecuencias. De ahí que, como adultos, tendremos que tomar las riendas y tratar de recabar toda la información de lo que está ocurriendo en el colegio. Todos los colegios cuentan con un protocolo de actuación que se activa cuando se tiene conocimiento de un caso de acoso escolar”, puntualiza la psicóloga.
Es muy importante tener en cuenta que hay veces en que las víctimas reaccionan tratando de defenderse cuando les acosan. Esto puede hacer que aparezcan como los culpables porque nadie ha visto la provocación o la agresión que se produjo antes de la reacción de la víctima.
“Hablar acerca del acoso y explicar a nuestros hijos e hijas qué es y que nunca debe silenciarse, permitirá que sientan más confianza a contarnos si les está ocurriendo o conocen a alguien a quien le ocurre en su colegio”, apunta Rosana Pereira.
Acoso pasivo
Pero además, no debemos olvidar que el acoso escolar tiene un tercer protagonista: el observador o espectador del acoso que sufren otros compañeros.
Sin saberlo puede estar ejerciendo un acoso pasivo. Los espectadores pueden ser los amigos del agresor u otros menores que presencian y conocen lo que ocurre, sin decir ni hacer nada, por miedo o por no saber las graves consecuencias que el acoso tiene para la víctima.
“Todos somos responsables de acabar con el acoso escolar. No es suficiente con actuar cuando nuestros hijos son las víctimas que nos piden ayuda. Muchas no lo hacen. O, tal vez, nuestros hijos son quienes agreden. O son espectadores. Para acabar con el acoso hay que tomar conciencia de que es cosa de todos. Tenemos que comprometernos como sociedad. No podemos seguir leyendo noticias de menores que se han quitado la vida porque no hubo nadie cerca que se diera cuenta de su dolor para ofrecerle ayuda”, finaliza Pereira.
Debemos tener claro que lo importante es detectar el acoso escolar que sufre el niño cuantos antes, y hacer todo lo posible por eliminar el problema.