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“Mami, yo me siento a tu lado”
Escucho esas palabras de mi hija de 7 años .
Ella siempre quiere sentarse a mi lado. Lo ha hecho desde que era lo suficientemente mayor como para pedirlo, e incluso antes, ya se hacía hueco con el culete para buscar su sitio.
No importa cuántas sillas o asientos estén disponibles en este momento. No importa dónde esté sentada, ya puedo estar con medio culo fuera en un taburete de la cocina, tumbada en el sofá o en las sillas de la sala de espera del centro de salud.
No importa si estoy trabajando, leyendo, viendo una película en la televisión o hablando por teléfono. No importa si tengo en brazos a mi sobrina o si alguno de sus hermanos mayores ya esté acurrucado a mi lado.
A veces no me viene nada bien, la verdad. Tengo que terminar algún post urgente, tengo una llamada de trabajo importante o necesito concentración para acabar una charla que haré en el hospital. A veces solo quiero un poco de espacio. A veces solo quiero estar cómoda y sentarme sola durante unos minutos.
A veces escucho esas palabras “Mami, me siento a tu lado” Y desearía desaparecer porque he tenido un mal día y necesito paz interior. A veces digo: “Ahora no, cariño”. Incluso a veces respondo en un tono que no es demasiado agradable, no lo voy a negar.
A medida que crece, cada vez es menos cómodo estar pegadas la una a la otra. No puedo moverme mucho sin que acabemos apretujadas. Y además, tengo dos hijos más que demandan su espacio, aunque no sean ni por asomo tan pegajosos como ella. Sin embargo, a mi dulce hija pequeña no le importa nada de eso, siempre que pueda sentarse a mi lado.
¿Pero sabes que?
Espero que ella siempre quiera sentarse a mi lado.
Espero que nunca deje de preocuparse por la incomodidad. Espero que siempre quiera estar cerca de mí, compartir el mayor tiempo posible juntas. Espero ser siempre su lugar feliz. Su lugar seguro. Su hogar.
Sé que algún día ya no pensará que es genial sentarse al lado de mamá. Algún día, querrá su propio espacio. Algún día, preferirá el aislamiento de su habitación en lugar de compartir un trozo de sofá en el salón. Espero que no, pero sé que sucederá.
Así que, por ahora, apreciaré el hecho de que siempre quiera sentarse a mi lado. Se lo agradeceré, incluso cuando sea incómodo.
Cuando ya no quiera sentarse siempre a mi lado, recordaré estos momentos y sonreiré. Recordaré volver a su dulce yo de 7 años y su pequeña voz haciéndome preguntas constantemente. Podría llorar, pero espero también sonreír, sabiendo que teníamos algo tan especial. Y entonces, a medida que crezca, se convierta en una mujer adulta y comience a formar una familia, espero que quiera sentarse a mi lado otra vez.
Espero que ella siempre quiera sentarse a mi lado.
Stock Photos from Rehan Qureshi/Shutterstock